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Mostrando entradas de abril, 2010

Tipología del ser humano postmoderno

Suele decir Sabina en sus entrevistas que cuando dejó la “mala vida” se secó el caño de la inspiración. El otro día en un periódico puntualizaba que él decía que eso ocurrió porque cuando uno es feliz no escribe (no compone, no esculpe, no pinta) porque está viviendo. Supongo que entonces, contrario senso, cuando uno sufre “no lo vive” o no lo quiere vivir y por eso se detiene y dice, joder esto lo tengo que compartir… Quizás sea tan sólo una excusa-de-autor-en-el-dique-seco pero lo comparto plenamente basándome en mi trayectoria literaria. Aunque añado, uno también puede “secarse” de vulgaridad y de normalización. A veces por razones distintas al dolor uno se convierte e un cualquiera con poco que contar. Y deja también de contar o cuenta sus recuerdos, otrora llenos de “no vida” que quiere compartirse porque es demasiado intensa para ser vivida a sólas. En este contexto reclamo la tipología de locos, deprimidos, a la que ahora añado a los “grises polvorientos” que nos arrastran a

A que huelen las nubes...

Cuando me pregunten a que olía 2009 les diré que a cristales rotos, a nieve en la cuneta, con un toque de sol radiante camino del tanatorio de Chiclana de la Frontera. También haré un esfuerzo por recordar el silencio de la oficina recalentada ese mismo verano y los secretos que al guardarlos duelen como un nudo en la garganta. Claro que después hubo más, olor a vino blanco sobre el malecón de Alcoceber y un arroz al horno en Can Roig y olor a sal sobre las felices pieles de mis hijos. Pero lo otro dejó una impronta tensa y triste en todo lo demás que logró obturar mis chacras, mi alma, mi conciencia. Sé que en 2010 cambiamos de ciclo, casi una obligación cósmica cada 7 años. Y que según el horóscopo de ABC, cuya lectura recomiendo en horas bajas, me ofrecerá este año “el oro y el moro”. Que bonito. Que suerte. Estoy encantada. Y además es que quiero estarlo. No me queda otra que reinventarme, limpiarme los chacras, en especial el dos, y retocarme sin falta el corte de pelo. El resto s

La historia de Luis Eduardo

Salía de la oficina como una working-girl destartalada, bolso en bandolera y gabardina al viento y me abalancé sobre el primer taxis disponible. La falda demasiado estrecha me impedía maniobrar y casi a plomo caí sobre el vulgar asiento trasero. –Buenas tardes- me espetó un clon de Luis Eduardo Aute. Esta vez estaba tan estresada de hacer contra-reloj un sinfín de tareas robóticas que tenía ni la más mínima intención de charlar con el taxista, así que me limité a darle las cordenadas y a mirar distraídamente por la ventanilla. Sin embargo el comportamiento errático de “Luis Eduardo” atrajó en seguida mi atención y que poseía una habilidad inaudita de ir escogiendo por tramos aquellos más lentos, pesados y absurdos, alargando de este modo, no sólo innecesariamente la carrera sino crispando también mis nervios con comentarios conspiratorios contra el alcalde. Al parecer Luis Eduardo “y otra mucha gente” (de su grupo de izquierda unida, I guess…) creían que Gallardón había fraguado el p

La postmodernidad

Hace días que percibo excesivas trazas de postmodernidad, como un tufillo de estructura irremediable, lo que es, es. Así que, aunque las lecturas universitarias me dejaron una suerte de mapa de lo que entendemos por postmoderno, lo busqué el wikipendia para tirar un poco más del hilo y para poder compartirlo sin citas hiper pedantes. El resultado, de veras, es impactante. Señoras, señores, lean, piensen, detengan la postmodernidad… En contraposición con la Modernidad, la posmodernidad es la época del desencanto. Se renuncia a las utopías y a la idea de progreso. Se produce un cambio en el orden económico capitalista, pasando de una economía de producción hacia una economía del consumo. Desaparecen las grandes figuras carismáticas, y surgen infinidad de pequeños ídolos que duran hasta que surge algo más novedoso y atractivo. La revalorización de la naturaleza y la defensa del medio ambiente se mezcla con la compulsión al consumo. Los medios masivos y la industria del consumo masivo se c

Quien me ha robado el mes de abril

Creo que todos podemos estar de acuerdo si digo que hay días al año en que empieza a oler a verano. Aún no hace calor, aunque caldeado el ambiente, hace intuir la floración y el cambio de armario. Esos días una se siente feliz porque sencillamente se asocia mnemotécnicamente ese olor, dulce y jovial a los veranos de la primera juventud y de la infancia con la toallita templada sobre el frescor del césped de la piscina del club. Ahora, con frecuencia, a los adultos se nos pasan las estaciones por alto y cada año, al menos en tres ocasiones: navidad, semana santa y verano, el mítico yorch afirma desconcertado “no tengo sensación de que sea…” Hoy lo he entendido de forma lúcida. La edad adulta nos ciega. La madurez o la rutina nos impide saborear las pequeñas conquistas meteorológicas, pre-ocupados como estamos por el ascenso que otro año no llega, por el proyecto del master atragantado, la mudanza, el ibex, el bonus, el lotus notes o el PPT. Nuestro idioma ha dejado de ser sensorial. En

Jodida y radiante

Llevo casi dos semanas mirando, desde los ventanales del 14, como el que mira Europa alejarse desde un vapor camino del nuevo mundo sin poder escribir una palabra. Tengo, sí, la mirada perdida, la lengua quieta, la mente hueca. Pero siento cierta nostalgia de mis sueños, de ese lugar en el mundo pampeño que nunca llegué a conquistar pero se mantiene intacto en mi horizonte. Quizás miro hacia allí, desde los ventanales del14, como uno mira al amado esquivo que juramos conquistar el día menos pensado. Sólo se que aún permanezco despierta y perdida, desesperara y libre, con la mente dispersa como molinillos batiendose contra el aire y lúcida, como molinillos contra una tarde de sol, radiante.