Yo soy así

Existe un aserto, tan falso como recurrente, que tiene que ver con la inmutabilidad de las formas de ser. En efecto, con el tiempo he podido observar que las personas tardamos años en ir limando aristas, aprender un idioma o decidir divorciarnos. No es menos cierto que, recalcitrantes, seguimos, como dice el refrán tropezando con la misma piedra, una y otra vez. Y es verdad que, en cada cambio de ciclo, algo se tuerce por dentro y nos sentimos asolados por la incomodidad de una hechura nuestra que no cabe en el tiempo que le toca vivir o la que, por el contrario le quedan las mangas largas como los jerséis de Enrique Iglesias. A casi todos nos pasa esto de que estemos como fuera de lugar en nuestra propia vida.
No hace falta, pues, que diga que me solidarizo con la desazón existencial. Pero si realmente algo me toca las narices ante cualquier eventual desajuste es la socorrida salida de quienes sintetizan el asunto del modo que sigue: “es que fulanito es así y hay que aceptarle como es…” ¡Y un huevo! (y dos huevos duros que diría Manuel Chaves) ¿Cómo que fulanito es así y estas son lentejas? O sea que una entra en conflicto interior y las pasa canutas y para recobrar el equilibrio decide acudir a terapia, limpiarse el aura, regresar a la infancia con hipnosis y rezar 25 avemarías y mientras, menganito de copas, que tiene la manía estructural de estar de mal humor en el convencimiento de que la humanidad toda es incompetente y responsable, igual que Zapatero, de la subida del crudo, puede si quiere tratarte como un trapo porque “no puede evitar ser como es”.
¡Y una leche! Me rebelo, disiento, rebobino, no me la trago. El ser humano es lo suficientemente permeable y potencialmente capaz de cambiar. Si bien es esfuerzo redentor es excepcionalmente duro, no vayamos a caer en el dadaismo. Pero renunciar al intento, y que encima familiares y amigos te ayuden a atrincherarte en la oscura mismidad, me resulta sencillamente inadmisible. Ni hablar del peluquín. ¡A mover el culete y a terapia como todos los demás!

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