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Mostrando entradas de mayo, 2011

The last survivor

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El 14 iba a tope, arrollador como una ola gigante comiéndose la tierra. Julito “El ratero” había madrugado ese día. La cosa estaba achuchada y había buscarse la vida. Se subió frente al Ministerio de Agricultura y se situó tras una joven con un gran bolso gris que parecía el saco de papá Noel. Es la moda ahora, grandes sacos para pequeñas mujeres bailarinas, pequeñas Audries Hepburn arrastrando la saca de cartas del cartero de Bokowski. Es absurdo pero hermoso, como la vida. Anyway, Julito metió allí su mano, rápida como pocas en otros tiempos. La chica sintió en seguida los envites del caco pero permaneció sin inmutarse, de espaldas, mirando sin mirar. El conductor del bus, presionado por el ordenador de a bordo, iba traqueteando el vehículo y dificultado con ello el éxito de hurto, de modo que al tercer ineficaz zarpazo Julito comenzó a sudar por las sienes y el nacimiento de cabello a chorro limpio y su rostro, pretendidamente indiferente ,mostraba muecas evidentes de frustrada inco

Mi puerta del sol

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Nadie hablaba de otra cosa: los indignaos del reino de España concentrados en la Puerta del Sol. Les prohíben hacerlo o no y unos y otros dicen que les apoyan. La gente se acerca a curiosear, los niños se rifan las pegatinas. Yo, presa de la fobia a las multitudes me mantengo al margen, refrigerada ante el calentón cívico. Aún no he leído nada pero atando cabos algo huele a algo, algo se parece a algo y al menos una novedad evidente: la gente ahora habla de política en cualquier lugar. Se ha abierto la veda del debate público. Confieso que temo que el guión ya esté escrito, que los eslóganes me resulten familiares, que las propuestas ya estén mascadas y no pueda, como suelo, comprar el pack de productos pues devienen indivisibles y unidos por una cinta plastificada que hace las veces de filtro ideológico. Pero aún no he leído nada y no sojuzgo. Abro la web y leo el manifiesto y el programa. Empieza bien, casi irresistible “somos gente normal, gente como tú que madruga para ir a trabaja

Quiero perderme en el botánico

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Tengo ganas de perderme en el botánico. Supongo que es una fantasía recurrente, un fetichismo de libro. Le pasaba a Belén Gopegui en la Escala de los mapas con la manija de una ventana...así que lo mío es cosa sencilla. Mi intención es sumergirme entre los macizos de boj y permanecer allí muy quieta hasta que al amanecer y antes de que el calor derrita como a Ícaro sus alas, regrese a la superficie sobre las hileras de pensamientos que jalonan su verja. Luego buscaré una senda adecuadamente tejida de arces o castaños de indias, de modo que mi piel tenga el mismo estampado geométrico de luces y sombras que sus copas rebanadas de sol pintan en el suelo. Entraré en el invernadero al fin, como Alicia en el árbol, y me reposaré bajo el ficus como si no hubiera hecho jamás otra cosa. Quizás toque el violín con un limpio cambio de cuerda, lo mismo que Sara en el columpio, yendo y viniendo a cámara lenta. Cerraré los ojos escuchando “Happiness” de Riceboy Sleeps a soñar que soy bailarina de u

Banderolas electorales y otros adornos de la democracia

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Hoy en el 14 he tenido que dejar de sopetón el tronchante libro de Bukowsky (Cartero, su primera novela) para analizar la cartelería electoral. Al respecto la gente se pregunta ¿por qué lo ponen? ¿quién es tan lerdo para votar a alguien porque lo ha visto en un cartel? Muchas veces, en una ingenuidad similar, he tenido idéntica reflexión con los anuncios de detergente cuando lo cierto es que ninguna empresa gastaría millones en publicidad si no estuviera garantizado el retorno de la inversión. En relación con la versión política, le decía el otro día al Mítico George que, de hecho si no pusieran banderolas por las calles la gente ni siquiera sabría que estamos en elecciones. Tout simplement . Como no lanzar pues el libro por los aires al ver a ese Gallardón , impactante , con tanto photoshop que parece un holograma ; esa Esperanza que parece un cartel de las crónicas de Narnia ; pero sobre todo, ese iluminatti de Tomás Gómez , "Presidente de la gente común..." ¿quien s

Relato corto en tres tiempos: Los ojos del poeta

Sus pupilas titilaron unos segundos, de forma similar a las estrellas de noche, como si temblaran fugaz, casi imperceptiblemente. Era lo que hacían sus ojos de poeta en su fase r.e.m ( rapid eye movement ). De este modo encontraba la belleza que necesitaba para habitar el mundo, la dosis suficiente de versos ensartados como guirnaldas con sus palabras favoritas (quizás, tal vez…) y la dosis clave de silencio para formar canciones. El poeta, lo mismo que un carnicero por los cuchillos tenía debilidad por los personajes. Tras ellos corría su mente igual que una liebre. Como gran fabulador construía historias habitualmente poéticas, cortas, sensoriales, de evidente belleza. Fabulaba, sí, todos los sabemos, fabulaba y fabula como modo de vida, como la rana que le dice al escorpión: ¿y tú, qué, como siempre…? El poeta, la persona también, de carne y hueso, tenía además simpatía con los antihéroes . Superratón y el Henry Fool de Hal Harley fueron sus principales referentes en la inf

Relato corto en tres tiempos: Los ojos de Carol

Sus pupilas titilaron unos segundos, de forma similar a las estrellas de noche, como si temblaran fugaz, casi imperceptiblemente mientras hablábamos de un relato de un poeta sobre un vagabundo. Entonces enrojeció de súbito, tal y como solía ocurrirle de pura emoción. Las mejillas subieron de tono, las orejas se le encendieron y hasta el blanco de los ojos, como ensangrentados de pena se volvieron teatralmente iluminando el centro de la escena. Yo la miraba sorprendida. -¿Qué te pasa? Le dije alarmada. Por instante creí que no respiraba. -¿Estás bien?-. Grité ante la duda. Ella permaneció callada y compungida, disparando sus ojos contra los míos con la vana pretensión de lanzar con ellos rayos autoexplicativos. –Estas llorando- comprendí finalmente. -Sí.-confirmó escuetamente. –Este es un asunto que me supera-. Al pronunciar estas pocas palabras, supongo que se quebró la suerte de muro de contención que hubiera logrado construir en torno al asunto y dos lágrimas gruesas como acequias re

Relato corto en tres tiempos: Los ojos de Muhmad

Sus pupilas titilaron unos segundos, de forma similar a las estrellas de noche, como si temblaran fugaz, casi imperceptiblemente. Estaba tumbado en unos cartones sobre un banco y miraba el cielo de las nueve de la mañana. Muhmad se buscaba la vida en las calles del barrio de Retiro, un entorno acomodado y apacible, colmado de culpa cristiana. Y reitero esto de la culpa porque, durante años viviendo en las calles Muhmad había aprendido al menos dos cosas, una era la importancia de aislar el catre de la humedad y otra era la habilidad de distinguir culpa y conciencia. La primera sensación permitía pingües pero constantes réditos por parte de los subscriptores de limosna, mientras que la segunda versión proporcionaba puntuales aunque más elevadas aportaciones y ocasionales bocadillos e iba acompañada de un deseo más o menos difuso de cambiar el mundo y, con frecuencia, exigía charlar con el “concienciado” sobre ciertas nebulosas oportunidades de reinserción social. El joven Muhmad, que yo