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Mostrando entradas de diciembre, 2011

España, mon amour

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Vuelvo del exilio, de esta especie de huida interior a la periferia reflexiva de mi misma y de mi país. Regreso en señal de tregua y de compromiso con este tiempo histórico que me pertenece: la crisis, los balances, las soluciones. Abandono el desapego iniciado hace unos pocos años y hago una sencilla declaración de principios: Es nuestro deber encontrar la dirección correcta porque nuestra es la letra de la canción que sea nuestra historia pero tenemos que asumir quienes somos y querernos como somos. El viaje de vuelta, quizás empezó hace tiempo, pero fue esta mañana, escuchando a José María Fidalgo, otrora lider sindical y hoy elegante tertuliano de radio, cuando comencé a verbalizar estas verdades. El Sr. Fidalgo, al cual he tenido la ocasión de escuchar en salpicadas conferencias, es una suerte de filósofo sobrevenido, de talento innato, de los que van atando los cabos del desordenado discurso histórico lo mismo en su lectura vespertina que en la cola del pan. Creo que descubre sus

Conciliación y nuevos gobiernos

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Llevaba una semana enzarzada en una discusión a varias bandas a la sazón de la no baja maternal de Soraya Sainz de Santamaría , cuando los nuevos ministros, incluida la susodicha tomaron posesión. Discutí al respecto de la desconciliación con varios de mis más queridos amigos, para constatar que el debate, siempre útil, ahora está de moda llamarlo "diálogo", es a veces conflictivo y diría que hasta molesto. Todo el mundo opinamos de todo. No voy a ser yo quien se salga del saco. Me gusta opinar y con frecuencia opino. Rara vez me dejo algo en el tintero. Pero con las críticas a Soraya , de quien recibí un hermoso ramo de flores después de mi segundo parto, me puse de los nervios, no soy neutral ni lo pretendo. Lo más cruento de la polémica, en mi opinión, es que el origen de la crítica. Y es que la inmensa mayoría de las veces que una mujer recibe críticas lo hace de otra mujer. Mi amiga Idoya decía que eso era como escupir hacia arriba, al final siempre te acaba cayend

Pícaros y buscones

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El post de los vendedores de humo, como suele ocurrir en muchos casos, alargados intelectualmente en sobremesas con vino, ha dado mucho juego. También el otro día en un cumpleaños de extraradio me lo confirmó un invitado que podía ser estibador de muelles o herrero medieval: somos un país de pícaros. Ergo ya tenemos una base más amplia para sostener la idea de que parte de nuestra deriva socio-económica (y los propios pícaros dirían que parte de nuestro encanto) se la debemos a una herencia cultural que se remonta al lazarillo de Tormes y El Buscón de Quevedo, a Sancho Panza (más que al Quijote que en realidad era un afrancesado, un rarito ) y a toda la saga de Jaimitos inimaginables. Somos pícaros, en buena medida, bordeando la ley y las buenas costumbres hasta cuando el pícaro no tiene ninguna necesidad de traspasar los límites. Ya que por lo visto, lo mismo da ser Urdangarín (presuntamente) que su porquero. En nuestras raíces más remotas, desde el medioevo al destape y llegando a