Entre los extremos anda el juego
Hace tres días, en nombre de la libertad y de la democracia se cercó el Congreso de los Diputados. Mi madre, por la mañana me llamó alarmada desde Canarias imaginando algún tipo de estado de sitio inminente y yo le espeté campante: "Mamá, por Dios, como van a tomar el Congreso, anda, anda, quédate tranquila". Pronto naufragando horas después en Facebook comprobé que tampoco era cuestión de tomárselo a chifla. Lejos de hacer tal cosa, me fui calentando a medida que veía los comentarios de unos y otros. Unos: los "defensores de la libertad y la democracia" (real eso sí, no la que tenemos que es de mentira) indignados con que la policía procediera a impedir que se tomara el Congreso y se obligara a las Cortes, "inviolables" según la constitución, a disolverse por la fuerza para iniciar un nuevo proceso constituyente por sus santos cojones cargados de "pacifismo". Otros: ciudadanos no amalgamados contando o linkeando la percepción de los dire