La política, ese arte en desuso

La imagen de la política está echa unos zorros. Eso no se le escapa a nadie. La clase política denostada y con ella todos cuando nos dedicamos a su análisis.
Tierra, según la opinión pública, de corruptos y necios, se olvida, con frecuencia, que la política es también un arte. Un arte que emplea las palabras, la pasión, la energía, las razones. Que es la herramienta para luchar debatiendo, la herramienta de una transformación que también puede ser gloriosa.
Tal fue el apelativo que recibió el proceso que tuvo lugar en 1688 en Inglaterra y que tuvo como consecuencia la instauración de la democracia parlamentaria moderna en este país y el comienzo del fin del absolutismo y la creación de los Estados Nación modernos en el mundo. Ahí es nada.
Quiero insistir en dos cuestiones, la primera la fecha, 1688, es decir, un siglo antes que los otros dos grandes  procesos de construcción de la democracia liberal (la revolución norteamericana y la francesa) cuyos elementos, con ciertas correcciones hemos heredado. La segunda la vigencia rotunda hoy de los conceptos básicos de estos procesos, la instauración de sistemas que asientan la soberanía, es decir, el poder legítimo, en el parlamento, la separación de poderes (versus su concentración), la existencia de derechos y libertades civiles y el imperio de la Ley.
La política, así entendida es una herramienta esencial para delimitar el poder, para darle forma y para posicionarse sobre una manera u otra de gobernar nuestras sociedades. Y en ese mismo sentido, la política no puede ser denostada sin denostar también los sistemas que construye. Creo que es fundamental no perder de vista lo fundamental y luego, sí se necesita desahogo, hablar y hablar de cómo tendríamos que limar las muchas aristas de nuestros sistemas. Eso es algo que los ingleses tienen claro y no olvidan tan fácilmente como nosotros, que precisamente tenemos una tradición democrática mucho más reciente.
El otro día, buscando información para un trabajo encontré este vídeo de un parlamentario inglés en el Parlamento Europeo, y aunque no comparta algunas ideas de base con él, me sentí identificada con esa fuerza parlamentaria que suelen tener los ingleses desde los tiempos de Cromwell y que nos recuerda que la política es la clave y no el problema en la profunda crisis de Europa.
Que la política es la respuesta, más política y no menos, para salir del atolladero en el que estamos y del que no nos sacarán tecnócratas que cuando les pones las peras al cuarto te miran como si fueras bipolar.
No os lo perdáis, en especial las caras de circunstancias de unos y otros aludidos en el debate.A mí al menos me ha traído recuerdos de cuando las cosas de decían con la sencillez y claridad del que cree en ellas. Y también de los tiempos en que los parlamentos eran vistos como los gloriosos depositarios de la soberanía popular...

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