Las sombras
Cuantos cafés hay que servir cuantos libros leer cuantas veces los labios apretar para ser humilde. Cuantos jefes superiores en verdad ejemplarizantes se han de suceder para saberse mediano y no imponer a la razón la estulticia... Cómo poder si no tomar la medida de uno mismo la talla aproximada y el color de las aristas. O por el contrario, cuanto miedo y estupidez son necesarios para no crecer y aparentemente confortables morir en vida sin ser mejores. A veces basta con rodearse de hombrecillos banales cabroncetes humanos adormidera que con sus ruidos y marañas emponzoñan el camino claro hacia esa muerte. Y en la oscuridad de la acera gris asfalto igual a tantas irreconocible es fácil perder la pista y el traje y la divisa y el nombre que hueco ya sin ser humano se balancea torpemente entre las sombras.